La situación de algunas calles peatonales del barrio hay que calificarla de vergonzosa e impresentable. El estado de abandono que presentan estas calles es tan calamitoso que resulta increible que estas calles estén dentro de la ciudad. Más parece una parcela propia de los extrarradios que de un barrio céntrico.

Las hierbas de toda clase y condición crecen a su aire, sin que los servicios municipales encargados de mantener las zonas verdes se preocupen por limpiar la maleza, que se apodera de todo el terreno.

Pronto se secará toda esta hierba y el peligro de que se produzca algún incendio va creciendo día a día.

¿Será que estamos esperando a que llegue algún rebaño de ovejas o de cabras para que acaben con toda esta maleza?

El estado de dejadez y abandono que presentan buena parte de las zonas verdes del Barrio San Bernardo nos hacen plantearnos seriamente si podemos seguir denominando zonas verdes a esos espacios llenos de hierbas, basuras, desperdicios y otros objetos de las más variopintas procedencias.

La entrada al barrio desde el Paseo de San Vicente presenta la deplorable imagen que muestra la fotografía. Lo mismo sucede con el resto de la Avenida F. Villalobos, donde el seto crece a su aire sin que sea recortado de cuando en cuando. La parte baja del citado seto es un auténtico basurero, por donde no han pasado los jardineros desde hace meses.

Si nos salimos de la vía principal del Barrio San Bernardo el espectáculo es aún más desolador. Las hierbas campan a sus anchas y crecen por todas partes, sin que nadie se encargue de eliminarlas, dando una sensación de dejadez impropia de una ciudad que presume de limpia.

Enlos útlimos días hemos visto cómo el equipo de pintura del ayuntameinto procedía a señalar y, posteriormente pintar de blanco, las esquinas de ciertas calles, suponemos que con el fin de facilitar la entrada y salida de las mismas.

Como no siempre llueve a gusto de todos, es de imaginar que algunos se habrán alegrado, pues les facilitará el acceso y la salida a las calles, pero el comentario más extendido entre los vecinos es que se ha reducido el número de plazas de aparcamiento, en una zona donde escasea tanto durante el día. Comentan los indignados conductores que han reducido el aparcamiento de una manera excesiva, pues no molestaban apenas los coches aparcados en estas zonas.

La parada del autobús urbano que se encontraba en la calle La Alberca nº 35 ha dicho adiós a los usuarios del bus (al menos por un tiempo), ya que la línea nº 7 ha modificado su recorrido por el Barrio.

A partir de ahora, los usuarios tendrán que coger el autobús en la Avenida F. Villalobos, en la parada situada frente a la Estación de Autobuses.

Desde que fue instalada esta parada que ahora desparece, habiamos manifestado la inadecuación de la misma en una acera tan estrecha, donde solo cabe una persona. En horas de bastante concurrencia, como la de la salida de los Institutos, resultaba imposible transitar por esa acera y obligaba a bajar a la calzada, con el consiguiente peligro.

La calle La Alberca tampoco ofrecía un ancho de vía demasiado grande, por lo que el cambio se puede considerar beneficioso para el tráfico, aunque queda pendiente de ver cómo funciona el giro a la izquierda desde el tramo sur de la Calle La Alberca a la Avenida, en ocasiones bastante saturado.

Las obras de urbanización de las calles Cuarta y Quinta hace años que acabaron, pero el cartelón situado en la calle Quinta, en la trasera del Centro «Victoria Adrados», sigue recordándonos las obras.

Aunque solo sea por una cuestión estética, es hora de proceder a retirarlo de ahí, pues lo único que puede dar es problemas, si algún día se acaba desprendiendo el panel de los postes que lo sujetan.

La empresa que se encargó de colocarlo también debería hacerse responsable de su retirada. Si no lo hace, ahí está la fianza que deposita, para cobrarle por su negligencia.

Se acaba de habilitar en la calle Arapiles, frente a la calle Doñinos, un nuevo espacio de carga y descarga. La enorme dificultad de encontrar aparcamiento en la zona y la proximidad del Centro de Salud hacían que el aparcamiento en doble fila en la calle Arapiles, Doñinos y Los Villares fueran una realidad habitual.

Este espacio reservado, que funciona como tal solo los días laborables, de 9 a 13 y de 17 a 21 horas, servirá de alivio a todos los repartidores y distribuidores que suministran al comercio de la zona y al vecindario en general.

Esperemos que este espacio reservado sea respetado por los conductores y permita que los establecimientos de la zona puedan ser abastecidos sin necesidad de aparcar en doble fila, con las complicaciones y peligros que esa situación genera de cara al tráfico rodado y a los numerosos peatones que transitan por estas calles.

No han transcurrido todavía seis meses desde que se arreglaron las aceras de la Avenida F. Villalobos y ya vemos de nuevo las vallas amarillas, los operarios cambiando las losetas y fijándolas otra vez.

Resulta totalmente incomprensible que haya que estar reparando las aceras cada pocos meses. No tiene que ser tan difícil fijarlas bien de una vez por todas y conseguir que duren en su sitio algunos años. Está claro que algo se hace mal y ello obliga a tener que volver a reparar las aceras otra vez, con el consiguiente gasto económico, que tenemos que pagar entre todos. En estos tiempos de crisis, en los que todos tratamos de ahorrar, no es de recibo que derrochemos dinero de esta manera tan estúpida.

La plaza de las Cigüeñas se ha convertido en uno de los lugares más buscados por los conductores para aparcar sus coches, dada la enorme dificultad para encontrar una plaza donde dejar el vehículo durante los días laborables. El hecho de que se encuentre un tanto escondida y que sea una especie de cul de sac, es decir, sin salida, hace que se amontonen los coches, a veces en un completo caos, ocupando aceras, en doble fila o taponando la entrada-salida.

Para evitar esa «jungla» de asfalto,  se ha procedido a pintar los carriles de entrada y salida, marcando las zonas donde se puede aparcar y aquellas en las que no es posible, para evitar que se tapone el acceso al interior de la plaza y las calles traseras.

Solo queda esperar que los conductores sean cívicos y respeten esta señalización.

Es de sobra conocido el interés de muchos vecinos por las plantas y las flores, lo que provoca que no solo tengan sus ventanas y balcones llenos de macetas, sino que amplien su zona de atención a las calles y plazas próximas a sus viviendas.

Es frecuente observar cómo surgen, al lado de los árboles, rosales, enredaderas, etc. los cuales, poco a poco, van creciendo y alcanzando un tamaño más que considerable, hasta casi competir con los mismos árboles en altura y grosor.

En esta época primaveral es una delicia pasear por las calles del barrio y disfrutar de la bonita vista de esas flores que nos alegran la vista y nos recuerdan que la vida natural tiene también su espacio entre el asfalto y el hormigón.

Está visto que no hay manera de evitar que los gamberros/as de turno se desahoguen con los contenedores, papeleras, bancos, árboles y todo aquello que pillan a su paso cuando regresan a casa después de correrse una buena juerga.  Parece que los efectos del exceso de alcohol y otras sustancias estimulantes dan pie a este tipo de actuaciones, que nada dicen en favor de sus autores, pero que contribuyen a degradar nuestros barrios y ciudades, además de generar un enorme gasto en reparaciones.

Además de arrojar al suelo unas cuantas papeleras y destrozar algunos arbustos, estos graciosos han arrancado de cuajo la barandilla que muestra la fotografía, situada en la Avenida F. Villalobos. Una tarea que no les habrá resultado demasiado sencilla y que, a buen seguro, les supuso un cierto esfuerzo y dedicación. Pero está claro que no cejaron en su intento hasta conseguir derribarla. ¡Seguro que se fueron más que contentos tras esta grandiosa hazaña!